Ayer estuvo mi amigo Jesús aquí y me entregó un sobre. Me dijo: toma, ¿no querías un texto mío? Pues ahí lo tienes. Lo he escrito para ti. La idea surgió una mañana de finales del 95, tomando café en la Peña Emilio Oliva. Hablábamos Jesús y yo de teatro y surgió la posibilidad de escribir una obra para interpretarla yo en la Nave del Teatro. Jesús se puso a la obra, la terminó, me la pasó y la leí. Nunca creí que me conociera tan bien. Sin embargo, por una razón u otra, la obra quedó dormida en una caja de cartón bajo la cama. Era un monólogo y yo no me atrevía a tanto. Hasta que Gari León, en 2001, la leyó y se propuso montarla. Y lo hicimos. Jesús escribió la obra para mí. Era mi foto, mi retrato, pero podría ser también el de cualquier persona que ve pasar el tren su tren sin decidirse a subir y que, cuando lo intenta, sólo divisa la columna de humo a lo lejos. ¿Quién no tiene un deseo, una ilusión en el corazón, que no ha podido realizar? A algunos les llega el momento y, al fin, lo cumplen. Pero otros no lo consiguen nunca. Yo lo conseguí gracias a Jesús, a Gari y a esas oportunidades que me ha brindado la vida de subirme a un escenario, donde disfruto plenamente. Yo me subí a mi tren.