ARAGON GOMEZ, JAIME
Una guerra, dice el autor, es como una obra de teatro, con su escenario, real o ficticio, barroco o minimalista, y unos actores, algunos protagonistas, las figuras de primera fila, otros secundarios, pero sin cuya colaboración la obra teatral no sería posible. Las guerras son como las obras de teatro, sólo que tan reales que la gente muere de verdad, y sufren y pasan hambre. Por lo general cuando se cuenta una historia, una guerra o una ocupación forzosa, los historiadores no se sustraen de dar el protagonismo a los valientes generales, notables políticos y grandes hombres que toman decisiones importantes. Pero como veremos a lo largo del siguiente trabajo, el protagonismo final pasa al lado de la gente anónima, actores secundarios pero imprescindibles en el desarrollo de los acontecimientos. Los generales, políticos, comisarios de guerra, nobles, diplomáticos, al fin se van y quedan los extras, la gente corriente que pasaron hambre, quienes perdieron su casa, su trabajo, su cosecha, quienes perdieron algo más valiosos: un hijo, un marido, la honra, el honor. Este trabajo es un homenaje a las gentes corrientes, a aquellos otros actores, la mayoría de las veces no tenidos en cuenta, pero necesarios para la representación.